Responsables de la música original de «Akelarre» , eibarresa y bilbaína se enfrentan con optimismo a un 2021 marcado por la crisis y la incertidumbre. Hablamos con ellas sobre sus múltiples proyectos futuros, de la realidad de los trabajadores y de las mujeres en la industria cultural, de brujería vs. machismo… y, claro, de premios y reconocimiento
Las dos son mujeres, ambas son vascas, pero ninguna de ellas es, evidentemente, una mujer vasca del siglo XVII. Sin embargo, cuando a Maite Arroitajauregi (Eibar, 1977), también conocida como Mursego, y a Aránzazu Calleja (Bilbao, 1977) les pusieron sobre la mesa el guion de «Akelarre» (Pablo Agüero, 2020), se sintieron plenamente identificadas.
Porque podría pensarse que la cinta, ambientada en 1609, va de brujería, con todo lo que ello conlleva según la imaginería popular (ya se sabe: escobas voladoras, pócimas, rituales, maldad), pero no es así. Va de mujeres. De mujeres del País Vasco. De hace 400 años, sí, pero perseguidas por el simple hecho de ser mujeres y quererse divertir con libertad. ¿Acaso no suena actual?
Gracias a Dios Por suerte, ya no contamos con figuras como la del juez Rostegui, el encomendado del Rey para «purificar» la región, pero sí con palpables reductos inquisitoriales en todos los estratos de la sociedad. El machismo (porque ese es el verdadero quid de la cuestión) sigue vigente y, en ese sentido, la peli es plenamente entendible en nuestro avanzado siglo XXI.
Licenciada en Violonchelo, la una; licenciada en Bellas Artes, la otra, ambas son profesoras de música y colaboran con diferentes artistas, grupos, coreógrafos… y directores de cine. Mientras que la guipuzcoana ha aparecido en los créditos de filmes como «Invisible» (Víctor Iriarte, 2012), «La casa Emak Bakia» (Oskar Alegría, 2012) o «Amama» (Asier Altuna, 2015); la vizcaína ha puesto banda sonora a la exitosa «El Hoyo» (Galder Gaztelu-Urrutia, 2019), así como a todos los títulos del popular Borja Cobeaga («Fe de etarras», «Negociador», «No controles», «Pagafantas»…), entre muchos otros trabajos.
Nominadas a los Premios Goya (donde «Akelarre» acumula 9 nominaciones) y a los Premios Feroz (6 nominaciones), han arrancado con fuerza un 2021 lleno de proyectos.
Lo primero, felicidades a ambas por las nominaciones.
Maite Arroitajauregi: Pues suena a tópico, pero en mi caso, respecto a los Goya, el hecho de estar nominada ya lo percibo como un reconocimiento al trabajo que hicimos; el hecho de ganar o no la verdad es que no me quita el sueño. Creo que en toda la historia de los Goya en el apartado musical solo una mujer lo ha ganado y son muy pocas las que han estado nominadas. El estar ahí con Aran espero que sea también un signo de que las cosas van cambiando. Cada vez más mujeres estamos trabajando en la música, tanto en el cine como en la tele, y creo que es bueno y necesario que todas ellas se sientan visibilizadas y representadas de alguna manera, también en este tipo de premios.
Aran Calleja: El inicio del año en el terreno profesional no puede ser más prometedor. Yo, como Maite, me siento orgullosísima de que nuestro trabajo se vea tan reconocido. Por lo curioso y personal que ha sido el proceso y por compartirlo con Maite, a quien admiro desde hace tiempo. Los premios siempre son una inyección de ánimo y abren puertas insospechadas… y en esas estamos. Coincido con Maite: es emocionante sentirse reconocida en un mundo en el que apenas hay referentes femeninos. También creo que poco a poco las cosas van cambiando.
Primero llegaron los Feroz, después los Goya… y, por lo tanto, el reconocimiento de los periodistas y del cine. No son buenos tiempos para ninguno de estos gremios, tampoco para el de los músicos, en general. ¿Es importante unirse, impulsarse, reconocerse y sumar, desde dentro, hoy más que nunca?
MA: Creo que la pandemia no ha hecho más que confirmar la situación precaria y límite en la que sobreviven muchas personas dentro del ámbito cultural. Es decir, tampoco eran buenos tiempos antes y esto ha sido la puntilla para muchas de estas personas. Desde el ámbito público también se ha visto claramente que la cultura ocupa un lugar marginal. En vez de apoyarla, se ha visto relegada e incluso criminalizada, cuando se ha demostrado de manera incluso práctica que el desarrollo de estas actividades bajo ciertas pautas son completamente seguras. Hay cosas tan flagrantes como el tema administrativo, que lleva años para solucionarse: el hecho de que no se entienda que los trabajadores culturales no tengamos una regularidad y que tengamos que pagar la cuota de autónomos todos los meses, tengamos ingresos o no. Y sí, claro que las soluciones vienen desde lo colectivo y es ahí donde tenemos que incidir… Lamentablemente, en este tiempo en el que vivimos cada vez más en el mundo virtual, el juntarse o el agruparse es también más complicado.
AC: Es muy importante que se valore la necesidad de la cultura y, como consecuencia directa, la urgencia de cuidar a quienes nos dedicamos a la creación. Creo que somos más conscientes que nunca de lo necesario que es el arte para sobrevivir pero, sin embargo, las profesiones creativas siguen subsistiendo bajo condiciones laborales cada vez más precarias. Sí, en este momento tan crítico que estamos viviendo es más necesario que nunca crear vínculos y redes en las que apoyarnos para continuar trabajando.
«Akelarre», una historia de 1609. ¿Qué referencias tuvisteis en cuenta, a qué fuentes recurristeis para musicar este guion?
MA: En la primera parte del trabajo estuve dándole vueltas al tradicional vasco para encontrar ideas para el tema principal, que es algo que el director tenía claro, y al final llegamos a una pieza, «Anaiai gaztigatu nion», que fue un poco una inspiración para arrancar. La segunda parte fue la elección de instrumentación. Se trataba de ir a los textos de la época que se mencionan en el guion (textos de los inquisidores sobre brujería); ahí conté con la ayuda de Ander Berrojalbiz, que me asesoró con el objetivo de que hubiera una fidelización instrumental con respecto a esa época. Ahí es donde decidimos qué instrumentos encajaban: la alboka, el ttun ttun, la txirula, la rabira, la nycelharpa, pandero… buscando las sonoridades de acuerdo con el director, que tenía unas pautas muy marcadas. Al final, sí que había un consenso en que la música tenía que ir por el lado de las armonías y melodías populares.
AC: Yo me incorporé en la fase de postproducción, y para entonces la labor de búsqueda de referencias por parte de Maite ya estaba muy avanzada. Entré a colaborar con ella en la creación de la música incidental y para la composición de esa parte de la banda sonora nos basamos en algunas de las melodías de las canciones y en ideas previas, siempre teniendo en cuenta una de las indicaciones del director, que buscaba una fusión entre sonoridades clásicos y modernos.
La trama nos remonta 400 años atrás, pero, en ciertos aspectos, es completamente actual. Sin ir más lejos, el mero concepto de «brujería» tenía más que ver con el machismo que con el satanismo. ¿Os sentisteis identificadas cuando el guion llegó a vuestras manos?
MA: Claro que tiene que ver con el machismo más que con el satanismo. Al final, y simplificándolo, solo eran unas chicas que se querían divertir, pasarlo bien, pero se ven acusadas de algo que ni ellas logran entender. Evidentemente, como mujer, al leer el guion empatizo y me pongo en la piel de estas chicas. Recordé de alguna forma mis años de adolescente, lo importante que era mi círculo de amigas y amigos, las ganas de salir, de ir a conciertos, de descubrir y disfrutar la vida. Luego, cuando estuve con ellas (con las actrices) formándolas en el trabajo vocal, la complicidad, a pesar de ser de diferentes generaciones, era muy natural. Conecté muy bien con ellas.
AC: Sin duda, hay mucho camino por recorrer aún para llegar a la igualdad. Y en los últimos tiempos parece que estuviéramos viviendo un retroceso en cuanto a políticas de igualdad con la ascención de la extrema derecha. Reconozco que a mí la película me incomodó en el primer visionado, porque me pareció más una declaración o un testimonio del machismo, más que una crítica. Entiendo que el cine tiene que mostrar realidades y que es el público quien debe hacer la lectura de eso. Pero como mujer y feminista es inevitable no sentirse apelada y molesta en momentos, por supuesto. La película muestra un acontecimiento histórico de una forma no siempre realista, y ahí es donde podemos encontrar la grieta por la que escapar.
Más allá de música, «Akelarre» cuenta con canciones. Composiciones que, además, entonan las propias actrices, en escena. Suponemos que eso conllevaba un reto adicional… más allá de poner banda sonora a pasajes concretos de un filme.
MA: Con las actrices se planificaron varias sesiones para formarlas en el ámbito vocal. Fui desarrollando las canciones primeramente a partir de sus características vocales: textura, timbre… Y luego también incorporando elementos de sus personajes en la película. La parte de las canciones la pillaron fácil, fue más difícil encajarlo con la parte coreográfica. Ahí entró Miriam Perez Cazabón. En todo caso, las chicas creo que terminaron haciendo un trabajo excelente.
¿Cómo fue poner en común vuestras ideas, más cuando, en este caso, ya no solo era cosa de dos, sino que había que contar con los deseos de un director, con el desempeño de otros músicos, con las voces de unas actrices…?
AC: La fórmula fue muy intuitiva y natural. Tenemos modos de hacer y pensar la música parecidos y eso nos ha ayudado mucho a la hora de compartir ideas y procesos. Trabajar junto a Maite fue lo más sencillo de todo el proceso y yo he aprendido mucho de esta colaboración. Además, ahora admiro a Maite aún más. Lo más difícil diría que fue dar con aquello que el director quería de la música. Nos costó entender su aportación a la narración. Necesitamos muchas maquetas para ir definiendo esa intención y ese lugar que la música debía ocupar.
Aran, sales de una historia vasca y te metes en otra, ¿no? No sabemos si puedes contarnos algo de «Érase una vez Euskadi», tu siguiente proyecto, si bien acabas de trabajar con Borja Crespo en algo que nuestro compañero tilda de «muy gracioso»…
AC: De «Érase una vez Euskadi» aún no puedo contar mucho. Están cerrando el montaje definitivo y, por el momento, Manu, el director, y yo estamos en fase de búsqueda de referencias e ideas iniciales. Estamos arrancando ahora, pero tiene muy buena pinta. El corto de Borja Crespo, efectivamente, ha sido un proyecto muy divertido con el que he disfrutado muchísimo y que además ha quedado muy bien. Me hace especial ilusión haber tenido como colaboradora a mi sobrina de 4 años y creo que su aportación es maravillosa.
Maite, eres una multiinstrumentista más que ecléctica y versátil. ¿En qué proyectos cinematográficos, teatrales, de danza o netamente musicales te veremos inmersa próximamente? ¿Qué hay de Mursego? Tu último álbum 100% propio data de 2013…
MA: Pues hay 2 o 3 largos que están fase muy inicial y que me hacen mucha ilusión, espero que puedan salir adelante. Se trata de la segunda película de Víctor Iriarte (aquí además lo haríamos Aran y yo), la continuación de «Black is beltza» de Fermin Muguruza, y un largo de animación de la productora Lotura. Luego hay varios cortos que se estrenan en breve donde he puesto la música y hay un documental sobre Altsasua que ya está rodado y donde tengo maquetada ya toda la música, a la espera de un último empujón.
Respecto de Mursego, la verdad es que la idea es ir este año a por nuevas canciones, a ver si realmente puedo dedicarle tiempo. He decidido dejar de hacer conciertos hasta tener nuevas canciones y en directo haré alguna cosa muy concreta, como musicar unos cortometrajes de los años 50-60, dirigidos por mujeres de la Filmoteca Nacional, que me hace mucha ilusión.
¿Seguís yendo al cine? ¿Sois más de plataformas online? En este sentido, «Akelarre» llegará a Movistar+ el 2 de febrero. ¿Confiáis en que sea un nuevo impulso? Fijaos lo que ocurrió un año atrás con «El hoyo», ¡la película extranjera más vista en Netflix en EE.UU. en todo 2020! ¿Cómo valoráis el auge de lo online y del streaming?
MA: Nosotros sí que en la medida de las posibilidades seguimos yendo al cine. Siempre tenemos el ojo puesto en la programación de Tabakalera, en Donostia, donde hay joyas que no pasan por el circuito comercial. También vamos allí con nuestro hijo los primeros domingos de cada mes a los cortos de animación. Y claro, en casa tiramos de plataformas digitales. Pero respecto a tu pregunta, al final sí veo con preocupación que todo este tiempo cambien definitivamente los hábitos de la gente y se resienta la asistencia al cine. A ver, la experiencia del cine es única. Por ejemplo, hace poco pude ver la reposición de «El cazador» de Cimino en pantalla grande y es algo incomparable.
AC: Yo también sigo yendo al cine, pero es cierto que menos que antes. En estos momentos complejos, las plataformas cubren esa necesidad de ver cine. Las plataformas y las televisiones han transformado la forma de ver cine y nos permiten disfrutar de él sin salir de casa… pero no son comparables a la experiencia de la sala de cine, la oscuridad, el silencio, el espacio, el ritual…
En el caso de «El Hoyo», es evidente que el contexto favoreció su éxito: pandemia mundial, temática distópica con mensaje universal en tiempos de crisis… Sin toda esa cadena de casualidades es probable que la película no se hubiera convertido en el fenómeno que es hoy en día. Y esto da que pensar… es decir, el cine tiene aún mucho que decir, atravesando formatos y contextos.
Por último: «Akelarre», «Ane», el corto de animación «Homeless Home», el retorno de Juanma Bajo Ulloa… ¿Podemos sacar pecho en Euskadi, caigan o no los Goya el próximo 6 de marzo?
MA: Sí, claro. Más allá de premios, creo que el cine vasco está demostrando en los últimos años muy buena salud. Ahí están la gente de Moriarti y Txintxua o el fenómeno de «El Hoyo». Este año, aparte de «Ane» en largos, está el caso de la ficción en las series que emitido ETB como «Hondar ahoak», de Koldo Almandoz, o «Altsasu», de Asier Urbieta. Todos productos de calidad y rodados con medios muy justos. Esperemos que se mantenga la apuesta y sea posible dotarles de más soporte para trabajar con más holgura. Creo que hay mucho talento y muy buenos profesionales a todos los niveles y lo que se necesita es apoyarlos de verdad.
Luego, me hace especial ilusión y sigo con mucho interés el trabajo que varias mujeres están desarrollando desde ángulos bien diferentes como Lur Olaizola, Maddi Barber, Leire Apellaniz, Maider Oleaga, Las chicas de Pasaik, Sra. Polaroiska, Lara Izagirre…
AC: Creo que la edición de los Goya de este año es otra muestra, aún más evidente que en años anteriores, del buen cine que se produce en Euskadi. A todo lo que dice Maite añadiría que dos de las cuatro actrices nominadas a Mejor actriz principal son vascas y que hay un corto documental maravilloso dirigido por Ana Serna y Paula Iglesias, «Solo con peces». Por último, en un terreno históricamente tan masculinizado como es el de la música de cine, que hubiera 7 compositoras mujeres precandidatas al Goya a la mejor banda sonora y que 4 fuéramos vascas es una muestra, tanto de que las mujeres vamos ganando terreno, como del talento y la energía que se mueven por aquí.